GARITA_PINTURA

"La Garita del Diablo"
Por el Dr. Cayetano Coll y Toste

About the author:

Dr. Cayetano Coll y Toste, was born in Arecibo, Puerto Rico, on 30 November 1850. Arecibo is the largest city in the district which bears it name, Arecibo. It sits mid way across the Island, on the Northern coast of Puerto Rico. Dr. Cayetano Coll y Toste's parents were Don Francisco Coll y Beza, de Figueras, from Cataluña, Spain. His mother was Doña Monserrate Toste y Torres, Puerto Rican of Portuguese descendant. 

He received his primary education in Arecibo. He earned a Bachelors degree from the Jesuit's College in San Juan, Puerto Rico. He later traveled to Spain where he received a Medical Doctor's degree from Barcelona University, in Barcelona, Spain. He died in Madrid, Spain on November 19th, 1930.

The following story was written by Dr. Cayetano Coll y Toste. He became leyendary in his story telling in the traditional sense of histrorical facts surrounding the discovery and later colonization of Puerto Rico. I added this story to my web page because of its historical significance in teaching young and old Puerto Ricans about their heritage and the culture of our people. I sincerely hope you enjoy reading it as I enjoyed copying it.

Nos dice el Dr. Cayetano Coll y Toste: "Mi empeño en este género de literatura es despertar en mis compatriotas, el amor al estudio de la Historia Regional, que siempre es seca y ádrida, pero la leyenda lo hace atrayente y distraído"

La Garita del Diablo
(1790) 

I

Dina era una mestiza atrayente, una flor natural de aroma incitante, una doncella gallarda, pelinegra y de vivarachos ojos, hija de un español, capataz cuadrillero de la Real Hacienda y de una india pura acanelada, resto de la aborigena raza. Procedia de la Indiera, de San German, refugio de los autoctonos nativos.

La esbelta moza tenia dieciocho primaveras y no habia salido sola a la calle ni una sola vez. Recluída en su ruin casucha del alto de San Christobal, sus fiestas se reducian a oír misa en la iglesia de San Francisco, en unión de una tia que la acompañaba, hermana de su padre, pues la madre habia muerto al darla a luz.

 Los mayores embelesos de Dina eran ver desfilar las escuadras de Regimento Fijo de Artilleria, cuando a tambor baliente pasaban frente a su terrera casucha los esbeltos militares, a cumplir el precepto religioso de los domingos. Aquellos muchachos, fornidos, derechos, vestidos de blanco, portando el corto y ancho machetin, que al marchar dabatía sobre el muslo del militar, le sorbían los sesos a la linda moza, reclatada y núbil. Se quitaba del antepecho de la puerta, cuando la tia la regañaba con insistencia gruñona y le ordenaba entrar y cerrar la persiana.

"ya te he dicho que cuando pase la tropa debes entrarte, pues es gente atevida y descarado"
"Ya lo sé, tía!" replicaba displicente la sobrina "pero me gusta comtemplar los militares, por su garbo y precisión de andar; y ademís, me agrada tararear el pasodoble que toca la charanga.

II

A la tía de Dina dio una fuerte ictericia y el fisico del Reginiento del Fijo, lo ordenó que paseara el sol, despues de tomar unos amargos brebajes que le propinara.

Dina acompañaba a su tía a pasear por el abanico, el gran rediente del castillo de San Christóbal. Poco a poco se fué familiarizando con los fozos y contrafosos, baterias y casamatas del Fuerte, hasta conocerlo todo él al dedillo. Y mejor aun, cuando hizo amistad con una de la familias de militares subaltenos, de las que estában acuarteladas en las bóvedas. Y de este ir y venir de la casita no pudo evitar que algunos soldados se fijaran en la esbeltez de sus carnes, cuyas finas curvas ceñian y hacian temblar la fina muselina de us traje, y provocaan chicoleos y requiebros a la linda criolla.

Dina era pura como un lirio en capullo que empieza a entreabrirse a las caricias del sol. Y con los galanteos y requerimientos amorosos de los militares se ponian rojas como el jacinto sus virgenes mejillas, a pesar de su trigueña tez; y la casta doncella se veía obligada a apresurar el paso.

Por fin hubo unos ojos picarescos, de un buen mozo, que se le metieron dentro del corazón y que los veía luego en todas partes, y con los que soñaba, provocándole amorosas pesadillas. Eran los ojos de un soldadito llamado Sánchez, y que por su intensa palidez los compañeros lo apodaron Flor de Azahar. El atrevido galán era Andaluz de buena cepa y tocaga la guitarra con facilidad extrema y trovaba de afición, entonando unas endechas con gracia y soltura. Habia puesto sitio, como decia decia su capitán, a la plaza fuerte de la vecina moza, a la que dejaba loca y desesperada de amor con sus intencionadas coplas.

Recogida la muchacha en su casita, solía oír el ritmo rasgueado de las cuerdad de la guitarra, que cadenciosamente lleenaban la atmósfera de sus dulces sones, sacudidas por la hábil mano de Flor de Azahar. Y de vez en vez, dejaba el militar en los oidos de la inocente doncella, con pertinaz osadía, y melancólico acento, esta copla:

"Bella Dina, Bella Dina
Quiereme, por Dios, mi cielo,
que la suerte me es indina
Se tu,, niña, mi consuelo!"

La moza, acongojada y palpitante, daba vueltas en la cama, como si su lecho tuviese espinas punzadoras, atosigada por la luminosa quimera de la vida. Y tras lánguidos esperezos se entregaba al insomnio. La guitarra seguía gimiendo de cuando en cuando la dulce canción y el veneno de la estrofa se filtraba lentamente en el alma de la infeliz doncella. Su espíritu quedó al fin aprisionado en la tela de oro de aquella melosa endecha, que la hurguia las entrtelas del corazón.

Una profunda tristeza invadió a la gallarda Dina, que amaba ya a Flor de Azahar con una intensa pena, pues le veia sujeto a una rigurosa disciplina, cuyos trabajos le tenian tan pálido; sin poder tener el consuelo de aliviarlo en algo, dándole entrada en la casa, porque la tía no quería cuentos con militares, gente atrevida de manos.

III

En el castillo de San Crístobal existe una garrita, alejada de la plaza, que da al lado norte y parece que se interna en la mar. Es un punto estrategico para atalayar la costa hacia el Escanbrón y hacia el sospechoso horizonte maritimo.

En una de las noches que le tocaba a Sánchez, la vigilanzia de este punto, sintió Dina deseos irresistibles de charlar con él, que era el unico delirio de su fantasia. En todo el dia no le habia podido ver, y llegaba la prima noche no hubo el consuelo de oir la canción favorita al lánguido son de la guitarra, que penetraba en su alma como una plegaria.

Espero la muchacha a que su tía se durmiese, y una vez cerciorada de ello, al oir sus acompasados ronquidos, entre-abrio quedamente la puerta de la calle, y se deslizó, por detras de la muralla, hacia la conocida garita. que se destacaba con negruras de basalto entre el brumoso celaje de la costa del mar. Alli estaba haciendo fielmente su guardia Flor de Azahar

La luna cayendo hacia poniente, lanzaba moriecinos resplandores. El mar cabrilleaba, pálidente con los últimos reflejos de la protectora de los amantes, y la ola, sin murmullos, lamía suavemente los peñascales.  Cuando un rayo lunar, rompiendo la bruma, lanzaba serpentinas pladeadas, al caer sobre loas dormidas ondas dejaba un rastro de luz, como bruñido acero refulgente. Sombras y tistezas condaban en torno del castillo y envolvian a Dina, que avanzaba con sigilo por concida senda hacia el atalaya, donde estaba su novio.

 "Flor de Azaha" dijo timidamente la garrida moza, cabe la garita, con una voz suave y leda, que rompió el silencio de aquella aterradora soledad.

Sánchex oyó el amoroso suspiro de la doncella, le palpitó el corazón con violencia, dejó el fusil y se precipito en los brazos de Dina, cuya negra pupila de enamorado febril lo trastornó poniendo fuego de amor en sus venas. Unico instante feliz de sus amores hasta entonces. Un tenue claro de luna agonizante aprisionó en su argentino encaje a  Flor de Azaha y a Dina. Dejemos al dulce misterio de la noche lo que es del dulce misterio de la vida!

IV

"Centinela, alerta!" gritó al poco rato el guardián del Caballero de Austria del castillo; y el grito del sodado vigilante fue repitiéndose de garita en garita, rompiendo el mutismo nocturnal de la fortaleza, hasta llegar a la que ocupaba Sánchez. El pájaro negro del silencio reinaba en aquellos contornos. Nadie contestó en el atalaya, cuya custodia correspondia a Flor de Azaha.

La ronda de vigilancia encontró al siguiente dia, al relevar la guardia, que Sánchez habia desertado, dejando el fugitivo su fusil y la cartuchera en el lugar entregado a la lealtad. No era el primer caso que ocurria en aquella triste garita. Así que la gente crédula y supersticiosa continuó afirmando que Lucifer con sus hechizos havia cardado con el pobre soldado, que tal vez estaria en pecado mortal; pero los duchos en el arte del querer fuerte se dejaban decir, que para ellos, Cupido era el que se habia robado a  Flor de Azaha, pues eran gran coincidencia que tambien la bella Dina hubiera desaparecido de su casa. Tal vez la amante pareja se habia refugiado en la sierra de luquillo para formar alli su nido de ternezas placidas;

Desde aquel dia se llamo aquel sitio "la Garita del Daiblo" porque nadie quitó a la estupida vecindad que el Espiritu Maligno habia intervenido en la desaparisión del soldado desertor. Siempre el vulgo, ciego en sus necedades, se inclina a creer mas en el error que en la verdad!

FIN 

 

 

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